¿Sabías que cada 40 minutos muere una persona por suicidio? Cada año el total de vidas peridas por esta causa suma más de 700.000 personas, convirtiendo el suicidio en una de las principales causas de muerte a nivel mundial, teniendo una prevalencia de ocurrencia del 77% en países de ingresos bajos y medianos, según lo reporta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El acto del suicidio, lamentablemente se convierte en una posible solución para terminar con el malestar emocional, que conlleva un proceso que puede llevar solo algunos minutos a varios días. La ideación, la planificación y el intento son las tres etapas de este trastorno en la salud mental.
Los profesionales de la salud no están exentos de este riesgo, de hecho duplican las cifras de la población general. El trabajo en entornos médicos suele estar acompañado de jornadas largas, ambientes de alta presión y la responsabilidad de la vida de los pacientes, generando niveles de estrés elevados, agotamiento emocional, y la exposición a situaciones de vida o muerte hacen que los trabajadores del área de la salud sean más vulnerables y presentan mayor riesgo.
Algunos factores específicos que aumentan el riesgo del suicidio en los profesionales de la salud son:
Burnout: La fatiga extrema debido a la sobrecarga laboral puede llevar a un estado de desesperanza.
Acceso a métodos letales: El acceso a la medicación o equipos médicos que pueden ser utilizados para autolesionarse aumenta el riesgo.
Estigma alrededor de la salud mental: La creencia de que los médicos y otros profesionales de la salud deben ser “fuertes” y no mostrar vulnerabilidad puede impedir que busquen ayuda
Trauma vicario: La exposición continua a pacientes con sufrimiento extremo o que fallecen puede generar estrés postraumático en los profesionales de la salud.
Para prevenir hay que conocer las señales de alerta
Es crucial que los profesionales de la salud aprendan a identificar tanto en ellos mismos como en sus colegas las señales tempranas de un posible riesgo suicida. Algunas de las señales más comunes incluyen:
Cambios drásticos en el comportamiento: Como aislamiento, irritabilidad o desesperanza
Cansancio extremo: Fatiga física o emocional que no mejora con el descanso
Comentarios o pensamientos negativos: Frases como: “esto no vale la pena” o “todo estaría mejor sin mi” deben tomarse en serio.
Consumo excesivo de sustancias: el uso creciente del alcohol o medicamentos como mecanismo de afrontamiento.
Desinterés por el trabajo o los pacientes: Pérdida de empatía, descuido de responsabilidades o actitudes indiferentes ante el sufrimiento de los pacientes.
No eres solo un profesional, eres también un padre, una madre, un hermano o hermana, un amigo o amiga, que tiene una vocación de servicio, pero también, al igual que todos sientes y se afecta por factores externos, por eso pedir ayuda siempre es una excelente alternativa.
La prevención del suicidio implica una combinación de autocuidado, apoyo social y un entorno de trabajo saludable. Es fácil caer en la trampa de atender a otros y olvidarte de uno mismo, sin embargo, es fundamental que practiques el autocuidado tomando pausas durante la jornada laboral, busques alternativas para la expresión emocional, establecer límites claros entre la vida laboral y personal y practicar técnicas de relajación. También, recuerda que tanto colegas como familiares y amigos están para acompañarte y con ellos puedes hablar de lo que piensas y sientes. Pero además si sientes que los síntomas de agotamiento o desesperanza están afectando tu vida, acude a un especialista.
Recuerda que cuidar tu salud mental es parte de tu responsabilidad personal y profesional.
Equipo Quila
Arlette Solar
Karolina Fernández
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